CALLE MAGDALENA
La calle Magdalena fue testigo mudo de muchos de los acontecimientos de la vida de nuestro pueblo y posiblemente por ella, a soles pones de un mes de agosto de 1626, el franciscano bonillero Pedro Carralero entró portando a lomos de su mula la cruz del santísimo Cristo de los Milagros cuando venía de Roma, en dirección a la casa de sus parientes que vivían en la calle del Barranco. Por esta misma calle desfilaron galeras y carros cargados de grano camino de las tercias sitas en la actual calle don Pepe, donde se recaudaba el diezmo que había de pagarse como tributo e impuesto al Estado y a la Iglesia, cuyo destino era el arzobispado de Toledo y la iglesia catedralicia de Alcalá de Henares.
Y seguramente por ella pasó montado en su mula Basilio “el pobre”, ya casado con la bella Quiteria, tras burlar al rico Camacho, para dar gracias al cura de El Bonillo (don Pedro López Segura), por haber realizado los desposorios, e irían acompañados de don Quijote y Sancho, que hospedados por los recién casados en su casa a cuerpo de rey, partirían camino a la cueva de Montesinos.
También por el paso Munera pasaron carros llenos de trigo requisados por los franceses en las eras de nuestro pueblo, tras haber sido asediado el pueblo durante la invasión francesa, y fue testigo la calle de la manifestación obrera de un primero de mayo de 1932 en la que resultó muerto el guardia civil Ignacio Vecina Romero, herido gravemente el sargento de la Benemérita Antonio Gómez Relaño y detenidas 27 personas, para las que se pedía desde la cadena perpetua a la pena de muerte. La calle de autos, en particular la esquina de la calle del cura Cucharro, fue fotografiada por los principales diarios nacionales.
Finalizada la guerra la calle se engalanó para conmemorar el tercer centenario del Cristo de los Milagros. También fue la calle testigo, a partir de los años 50, una vez realizada la carretera de Sotuélamos, del paso de la Virgen de Sotuélamos en sus traídas y llevadas a la iglesia parroquial para pedirle en rogativa que lloviese para regar nuestros campos.
En la misma calle se encontraba la casa del cura y en la esquina opuesta la peluquería de Alfonso y en la otra esquina la carpintería de Pedro Verdejo, que años después sería ocupada por la sastrería de Juan Agustín y Catalina Pérez, y al lado estaba la farmacia de don Martín Calero Carpintero, fundador de la misma en 1913, después serían don José y doña Petra quienes la regentaron y frente a la farmacia el comercio de ultramarinos de Juan “Tienda, que años después, en 1963, Joserra lo convertiría en bar, al cual con ambición, en honor a la calle, lo denominó “Bar Avenida”, actual cafetería Minerva.
Si la visita a la farmacia era motivo de alguna dolencia grave, la misma era aliviada adquiriendo las magdalenas que en la esquina con la Placeta de los Miramones cocía de forma artesanal Mercedes, la zorila. En la también llamada Placeta de la Virgen de los Dolores se localizaba el antiguo e innovador cine Solana, la peluquería de Ramón Alcarria y la casa señorial de los ricos hacendados don Ramón Palomar y doña Milagros Sánchez. Frente a la Placeta estaba la casa de don José Martínez Calero, Don Pepe, el ilustre y abnegado médico, al que posiblemente todos los bonilleros le debamos algo, por su dedicación y altruismo, pues sin importarle las condiciones climatológicas atendía a deshora, y sin necesidad de avisarle visitaba a sus enfermos. Cobraba poco y si recetaba no se excedía en las recetas, sabía más que de sobra de las condiciones económicas de su clientela. Don pepe falleció el 1 de septiembre de 1980 y el pueblo de El Bonillo, agradecido, rotuló con su nombre la antigua calle de la Tercia.
Pasada la calle Perdida, en la misma calle Magdalena, se ubicaban las dos posadas que regentaba la familia Uceda, la de Cesárea y la de Antonio Uceda, en esta última se daba el servicio de los caballos de la remonta, antes de que fuera trasladado a las tenerías y junto a la posada se localizaba el antiguo matadero municipal, que después sería la fragua de Pepe Eufrasio, regentada actualmente por mi amigo Cristóbal y junto a la misma la casa cuartel de la Guardia Civil, haciendo esquina con la actual calle Real, que antes fue de Alfonso XIII. En la acera de enfrente se localizaba, junto a la tarima, la gasolinera de Domingo Achau y en la misma acera la casa de Gabriel Escolástico Basete, bisabuelo de mis hijos, que se dedicaba a dar portes con un carro, después con un viejo camión que le fue requisado durante la guerra. Más adelante la zapatería de viejo y nuevo de José el Zorro y en el número 45 la casa de Dionisio y Amparo “Pelusa”, los padres de la voz de El Bonillo, los padres de Timotea, que en los años 60 HISPAVOX dejó grabada su voz, para la posteridad, en negra baquelita, tras obtener en Madrid el Grupo de Coros y Danzas de El Bonillo un segundo premio -a nivel nacional- en el concurso de Coros y Danzas, y junto a la casa de Timotea la antigua fábrica de gaseosas de Pedro Verdejo.
En la calle Magdalena surgieron otros negocios, algunos de ellos, con el paso del tiempo, han perdurado y otros han desaparecido: la tienda de Onorio en la esquina con la calle de don Pepe, la tienda de Julia próxima a la de Onorio, la tienda de Magdalena en la esquina con la calle Perdida, el super, los futbolines de Juan Angel, la heladería de Erenia, la carnicería de Maxi, el bar Sevilla, el pub Botticelli, la tienda de ropas Tokio, las tiendas de chucherías, el videoclub, etc., por algo ha sido la calle comercial de El Bonillo, la primera del pueblo que fue pavimentada y urbanizada en los años 60.
También fue testigo la calle del paso diario del terne a la capital, de mozos con destino a la caja de reclutas para cumplir el servicio militar, de viajes de soledades de emigrantes a Suiza, Francia y otros puntos de Levante, de los paseos de domingo, de declaraciones de amor de parejas de novios, al igual que la tarima del cuartel, donde los más mayores y no tan mayores siguen contando sus sueños, penas e ilusiones, al igual que antaño, en los escalones de la casa de don Pepe.
Antiguo Paso Munera, después calle de la Magdalena, rebautizada en 1928, para la feria del Cristo, con el nombre de General Primo de Rivera para celebrar los logros de la Dictadura. Durante la República se cambió de nombre y se le puso calle de Heriberto Otalo Muñoz, vecino del pueblo, tiroteado tras los trágicos sucesos acaecidos el Primero de Mayo de 1932, preludio de la cainita Guerra Civil. Finalizada la Guerra, ignorado el nombre del General y el del vecino, la calle siguió siendo nombrada como calle de la Magdalena y en los años 50 se propuso por el entonces alcalde Jesús Camacho Morcillo cambiarle nuevamente de nombre, en plena feria del Cristo, esta vez por Calle de D. Ramón Palomar Gonzalez, pero esta es otra historia.
La calle Magdalena fue testigo mudo de muchos de los acontecimientos de la vida de nuestro pueblo y posiblemente por ella, a soles pones de un mes de agosto de 1626, el franciscano bonillero Pedro Carralero entró portando a lomos de su mula la cruz del santísimo Cristo de los Milagros cuando venía de Roma, en dirección a la casa de sus parientes que vivían en la calle del Barranco. Por esta misma calle desfilaron galeras y carros cargados de grano camino de las tercias sitas en la actual calle don Pepe, donde se recaudaba el diezmo que había de pagarse como tributo e impuesto al Estado y a la Iglesia, cuyo destino era el arzobispado de Toledo y la iglesia catedralicia de Alcalá de Henares.
Y seguramente por ella pasó montado en su mula Basilio “el pobre”, ya casado con la bella Quiteria, tras burlar al rico Camacho, para dar gracias al cura de El Bonillo (don Pedro López Segura), por haber realizado los desposorios, e irían acompañados de don Quijote y Sancho, que hospedados por los recién casados en su casa a cuerpo de rey, partirían camino a la cueva de Montesinos.
También por el paso Munera pasaron carros llenos de trigo requisados por los franceses en las eras de nuestro pueblo, tras haber sido asediado el pueblo durante la invasión francesa, y fue testigo la calle de la manifestación obrera de un primero de mayo de 1932 en la que resultó muerto el guardia civil Ignacio Vecina Romero, herido gravemente el sargento de la Benemérita Antonio Gómez Relaño y detenidas 27 personas, para las que se pedía desde la cadena perpetua a la pena de muerte. La calle de autos, en particular la esquina de la calle del cura Cucharro, fue fotografiada por los principales diarios nacionales.
Finalizada la guerra la calle se engalanó para conmemorar el tercer centenario del Cristo de los Milagros. También fue la calle testigo, a partir de los años 50, una vez realizada la carretera de Sotuélamos, del paso de la Virgen de Sotuélamos en sus traídas y llevadas a la iglesia parroquial para pedirle en rogativa que lloviese para regar nuestros campos.
En la misma calle se encontraba la casa del cura y en la esquina opuesta la peluquería de Alfonso y en la otra esquina la carpintería de Pedro Verdejo, que años después sería ocupada por la sastrería de Juan Agustín y Catalina Pérez, y al lado estaba la farmacia de don Martín Calero Carpintero, fundador de la misma en 1913, después serían don José y doña Petra quienes la regentaron y frente a la farmacia el comercio de ultramarinos de Juan “Tienda, que años después, en 1963, Joserra lo convertiría en bar, al cual con ambición, en honor a la calle, lo denominó “Bar Avenida”, actual cafetería Minerva.
Si la visita a la farmacia era motivo de alguna dolencia grave, la misma era aliviada adquiriendo las magdalenas que en la esquina con la Placeta de los Miramones cocía de forma artesanal Mercedes, la zorila. En la también llamada Placeta de la Virgen de los Dolores se localizaba el antiguo e innovador cine Solana, la peluquería de Ramón Alcarria y la casa señorial de los ricos hacendados don Ramón Palomar y doña Milagros Sánchez. Frente a la Placeta estaba la casa de don José Martínez Calero, Don Pepe, el ilustre y abnegado médico, al que posiblemente todos los bonilleros le debamos algo, por su dedicación y altruismo, pues sin importarle las condiciones climatológicas atendía a deshora, y sin necesidad de avisarle visitaba a sus enfermos. Cobraba poco y si recetaba no se excedía en las recetas, sabía más que de sobra de las condiciones económicas de su clientela. Don pepe falleció el 1 de septiembre de 1980 y el pueblo de El Bonillo, agradecido, rotuló con su nombre la antigua calle de la Tercia.
Pasada la calle Perdida, en la misma calle Magdalena, se ubicaban las dos posadas que regentaba la familia Uceda, la de Cesárea y la de Antonio Uceda, en esta última se daba el servicio de los caballos de la remonta, antes de que fuera trasladado a las tenerías y junto a la posada se localizaba el antiguo matadero municipal, que después sería la fragua de Pepe Eufrasio, regentada actualmente por mi amigo Cristóbal y junto a la misma la casa cuartel de la Guardia Civil, haciendo esquina con la actual calle Real, que antes fue de Alfonso XIII. En la acera de enfrente se localizaba, junto a la tarima, la gasolinera de Domingo Achau y en la misma acera la casa de Gabriel Escolástico Basete, bisabuelo de mis hijos, que se dedicaba a dar portes con un carro, después con un viejo camión que le fue requisado durante la guerra. Más adelante la zapatería de viejo y nuevo de José el Zorro y en el número 45 la casa de Dionisio y Amparo “Pelusa”, los padres de la voz de El Bonillo, los padres de Timotea, que en los años 60 HISPAVOX dejó grabada su voz, para la posteridad, en negra baquelita, tras obtener en Madrid el Grupo de Coros y Danzas de El Bonillo un segundo premio -a nivel nacional- en el concurso de Coros y Danzas, y junto a la casa de Timotea la antigua fábrica de gaseosas de Pedro Verdejo.
En la calle Magdalena surgieron otros negocios, algunos de ellos, con el paso del tiempo, han perdurado y otros han desaparecido: la tienda de Onorio en la esquina con la calle de don Pepe, la tienda de Julia próxima a la de Onorio, la tienda de Magdalena en la esquina con la calle Perdida, el super, los futbolines de Juan Angel, la heladería de Erenia, la carnicería de Maxi, el bar Sevilla, el pub Botticelli, la tienda de ropas Tokio, las tiendas de chucherías, el videoclub, etc., por algo ha sido la calle comercial de El Bonillo, la primera del pueblo que fue pavimentada y urbanizada en los años 60.
También fue testigo la calle del paso diario del terne a la capital, de mozos con destino a la caja de reclutas para cumplir el servicio militar, de viajes de soledades de emigrantes a Suiza, Francia y otros puntos de Levante, de los paseos de domingo, de declaraciones de amor de parejas de novios, al igual que la tarima del cuartel, donde los más mayores y no tan mayores siguen contando sus sueños, penas e ilusiones, al igual que antaño, en los escalones de la casa de don Pepe.
Antiguo Paso Munera, después calle de la Magdalena, rebautizada en 1928, para la feria del Cristo, con el nombre de General Primo de Rivera para celebrar los logros de la Dictadura. Durante la República se cambió de nombre y se le puso calle de Heriberto Otalo Muñoz, vecino del pueblo, tiroteado tras los trágicos sucesos acaecidos el Primero de Mayo de 1932, preludio de la cainita Guerra Civil. Finalizada la Guerra, ignorado el nombre del General y el del vecino, la calle siguió siendo nombrada como calle de la Magdalena y en los años 50 se propuso por el entonces alcalde Jesús Camacho Morcillo cambiarle nuevamente de nombre, en plena feria del Cristo, esta vez por Calle de D. Ramón Palomar Gonzalez, pero esta es otra historia.
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