viernes, 9 de diciembre de 2016

CALLE MAGDALENA

La calle Magdalena fue testigo mudo de muchos de los acontecimientos de la vida de nuestro pueblo y posiblemente por ella, a soles pones de un mes de agosto de 1626, el franciscano bonillero Pedro Carralero entró portando a lomos de su mula la cruz del santísimo Cristo de los Milagros cuando venía de Roma, en dirección a la casa de sus parientes que vivían en la calle del Barranco. Por esta misma calle desfilaron galeras y carros cargados de grano camino de las tercias sitas en la actual calle don Pepe, donde se recaudaba el diezmo que había de pagarse como tributo e impuesto al Estado y a la Iglesia, cuyo destino era el arzobispado de Toledo y la iglesia catedralicia de Alcalá de Henares.
Y seguramente por ella pasó montado en su mula Basilio “el pobre”, ya casado con la bella Quiteria, tras burlar al rico Camacho, para dar gracias al cura de El Bonillo (don Pedro López Segura), por haber realizado los desposorios, e irían acompañados de don Quijote y Sancho, que hospedados por los recién casados en su casa a cuerpo de rey, partirían camino a la cueva de Montesinos.
También por el paso Munera pasaron carros llenos de trigo requisados por los franceses en las eras de nuestro pueblo, tras haber sido asediado el pueblo durante la invasión francesa, y fue testigo la calle de la manifestación obrera de un primero de mayo de 1932 en la que resultó muerto el guardia civil Ignacio Vecina Romero, herido gravemente el sargento de la Benemérita Antonio Gómez Relaño y detenidas 27 personas, para las que se pedía desde la cadena perpetua a la pena de muerte. La calle de autos, en particular la esquina de la calle del cura Cucharro, fue fotografiada por los principales diarios nacionales.
Finalizada la guerra la calle se engalanó para conmemorar el tercer centenario del Cristo de los Milagros. También fue la calle testigo, a partir de los años 50, una vez realizada la carretera de Sotuélamos, del paso de la Virgen de Sotuélamos en sus traídas y llevadas a la iglesia parroquial para pedirle en rogativa que lloviese para regar nuestros campos.
En la misma calle se encontraba la casa del cura y en la esquina opuesta la peluquería de Alfonso y en la otra esquina la carpintería de Pedro Verdejo, que años después sería ocupada por la sastrería de Juan Agustín y Catalina Pérez, y al lado estaba la farmacia de don Martín Calero Carpintero, fundador de la misma en 1913, después serían don José y doña Petra quienes la regentaron y frente a la farmacia el comercio de ultramarinos de Juan “Tienda, que años después, en 1963, Joserra lo convertiría en bar, al cual con ambición, en honor a la calle, lo denominó “Bar Avenida”, actual cafetería Minerva.
Si la visita a la farmacia era motivo de alguna dolencia grave, la misma era aliviada adquiriendo las magdalenas que en la esquina con la Placeta de los Miramones cocía de forma artesanal Mercedes, la zorila. En la también llamada Placeta de la Virgen de los Dolores se localizaba el antiguo e innovador cine Solana, la peluquería de Ramón Alcarria y la casa señorial de los ricos hacendados don Ramón Palomar y doña Milagros Sánchez. Frente a la Placeta estaba la casa de don José Martínez Calero, Don Pepe, el ilustre y abnegado médico, al que posiblemente todos los bonilleros le debamos algo, por su dedicación y altruismo, pues sin importarle las condiciones climatológicas atendía a deshora, y sin necesidad de avisarle visitaba a sus enfermos. Cobraba poco y si recetaba no se excedía en las recetas, sabía más que de sobra de las condiciones económicas de su clientela. Don pepe falleció el 1 de septiembre de 1980 y el pueblo de El Bonillo, agradecido, rotuló con su nombre la antigua calle de la Tercia.
Pasada la calle Perdida, en la misma calle Magdalena, se ubicaban las dos posadas que regentaba la familia Uceda, la de Cesárea y la de Antonio Uceda, en esta última se daba el servicio de los caballos de la remonta, antes de que fuera trasladado a las tenerías y junto a la posada se localizaba el antiguo matadero municipal, que después sería la fragua de Pepe Eufrasio, regentada actualmente por mi amigo Cristóbal y junto a la misma la casa cuartel de la Guardia Civil, haciendo esquina con la actual calle Real, que antes fue de Alfonso XIII. En la acera de enfrente se localizaba, junto a la tarima, la gasolinera de Domingo Achau y en la misma acera la casa de Gabriel Escolástico Basete, bisabuelo de mis hijos, que se dedicaba a dar portes con un carro, después con un viejo camión que le fue requisado durante la guerra. Más adelante la zapatería de viejo y nuevo de José el Zorro y en el número 45 la casa de Dionisio y Amparo “Pelusa”, los padres de la voz de El Bonillo, los padres de Timotea, que en los años 60 HISPAVOX dejó grabada su voz, para la posteridad, en negra baquelita, tras obtener en Madrid el Grupo de Coros y Danzas de El Bonillo un segundo premio -a nivel nacional- en el concurso de Coros y Danzas, y junto a la casa de Timotea la antigua fábrica de gaseosas de Pedro Verdejo.
En la calle Magdalena surgieron otros negocios, algunos de ellos, con el paso del tiempo, han perdurado y otros han desaparecido: la tienda de Onorio en la esquina con la calle de don Pepe, la tienda de Julia próxima a la de Onorio, la tienda de Magdalena en la esquina con la calle Perdida, el super, los futbolines de Juan Angel, la heladería de Erenia, la carnicería de Maxi, el bar Sevilla, el pub Botticelli, la tienda de ropas Tokio, las tiendas de chucherías, el videoclub, etc., por algo ha sido la calle comercial de El Bonillo, la primera del pueblo que fue pavimentada y urbanizada en los años 60.
También fue testigo la calle del paso diario del terne a la capital, de mozos con destino a la caja de reclutas para cumplir el servicio militar, de viajes de soledades de emigrantes a Suiza, Francia y otros puntos de Levante, de los paseos de domingo, de declaraciones de amor de parejas de novios, al igual que la tarima del cuartel, donde los más mayores y no tan mayores siguen contando sus sueños, penas e ilusiones, al igual que antaño, en los escalones de la casa de don Pepe.
Antiguo Paso Munera, después calle de la Magdalena, rebautizada en 1928, para la feria del Cristo, con el nombre de General Primo de Rivera para celebrar los logros de la Dictadura. Durante la República se cambió de nombre y se le puso calle de Heriberto Otalo Muñoz, vecino del pueblo, tiroteado tras los trágicos sucesos acaecidos el Primero de Mayo de 1932, preludio de la cainita Guerra Civil. Finalizada la Guerra, ignorado el nombre del General y el del vecino, la calle siguió siendo nombrada como calle de la Magdalena y en los años 50 se propuso por el entonces alcalde Jesús Camacho Morcillo cambiarle nuevamente de nombre, en plena feria del Cristo, esta vez por Calle de D. Ramón Palomar Gonzalez, pero esta es otra historia.

sábado, 31 de agosto de 2013

FELICIDADES LUIS ALBERTO

El pasado 23 de agosto Luis Alberto Martínez, titular de la farmacia de la calle Magdalena, junto a familiares y amigos realizó un bonito acto de celebración del centenario aniversario de la farmacia que actualmente regenta.
El acto fue dirigido y presentado por Felix, trabajador de la farmacia, en una calle engalanada para la ocasión, donde no faltó ni la tradicional cuerva manchega. Luis Alberto agradeció publicamente la gran asistencia de público, autoridades, asociaciones locales y amigos. Emocionado felicitó a sus padres por los cincuenta años de servicio público, indicando que junto a su fundador han sido uno de los pilares fundamentales de la farmacia, siendo los mismos homenajeados durante el acto.
Durante el mismo Maria Gloria Fernández Mora recitó- unos poemas de rebotica y el que suscribe estos renglones trató de recordar los cien años de farmacia en El Bonillo vinculados a diversos acontecimientos históricos de los que fue testigo la calle Magdalena.
El acto fue clausurado por la Presidenta del Colegio Oficial de Farmaceúticos de Albacete, doña Rosa López-Torres.
Los asistentes dejaron sus felicitaciones en un libro de firmas dispuesto en un atril junto al acceso a la farmacia.
Al finalizar el acto se sirvió un vino de honor en la cafetería Minerva para los asistentes.
Felicidades Luis Alberto, pues los aniversarios son para conmemoralos  y conmemorar es recordar y recordar es hacer memoria, memoria de un tiempo que fue, y así mediante recuerdos y añoranzas evitamos que el pasado caiga en el olvido. Felicidades Luis Alberto
Don José Martínez, titular de la farmacia durante cincuenta años


Cumple un siglo la farmacia de calle Magdalena


En el año 1711 ya existía una importante botica en el pueblo, la misma era regentada por el boticario don Juan Alvarez, donde se dispensaba un gran número de preparados y recetas: aceites, purgantes, elixires, emplastos, gomas, sales, trociscos, unguentos etc. además contaba con una notable biblioteca, entre sus volúmenes se encontraban obras de farmacopea y ciencias experimentales, un curso químico del francés Nicolas Lemery, Boticario Real, y varios tratados de farmacopea Valentina y de Leache.

Para el año 1752, en el Catastro del Marqués de la Ensenada, figuran dos boticas en el pueblo, las cuales eran regentadas por boticarios aprobados: don Diego Ruiz Melgarejo, al que se le regulaba de utilidad anual 9000 reales, y don Juan Francisco Ramirez al que se le regulaba 6500 reales, -un maestro herrero, de obras o carretero cobraba cinco reales diarios-, ¡como para ponerse malo!

En el año 1876 en el diario “El Imparcial” se anunciaba que en la botica de El Bonillo, propiedad de don Calixto Grueso, se expedía Café Nervino Medicinal, de receta arabe, y siete años después, el día primero de octubre de 1883, en ese mismo diario se anunciaba la venta de la botica del pueblo. Se enajenaba al contado por tener que ausentarse su dueño; el precio equivalía a la caja del despacho anual, 6000 de las antiguas pesetas, 24000 reales, unos 36 euros. Para mayor información los compradores debían de dirigirse a un tal Miguel Muñoz, y así en agosto de 1890 ya figura como licenciado de la misma don Daniel Céspedes, que precisaba de regente para atenderla.

A principios del siglo XX la botica se localizaba en la calle Contreras, en la esquina opuesta a la fonda de Santiago -antigua fonda de la Gabina-, y era regentada por la familia Aparicio, por un tío de Candida Aparicio, “las médicas”. Desconozco hasta que año la regentó, pues para marzo de 1910, en el diario “El Siglo Futuro”, se ofrecía la vacante de plaza de farmaceútico titular de El Bonillo con sueldo anual de 750 pesetas, y para el año 1913 figura como titular de la farmacia el licenciado D. Martín Calero Carpintero, que cursó estudios de Farmacia en la Universidad de Madrid, estableciéndo el despacho en la calle de La Magdalena, en el mismo lugar que se encuentra ubicada en la actualidad.

Don Martín no tuvo hijos y regentó la farmacia hasta el año 1958. Cuando viajaba en el “Terne” a la capital reservaba -el día de antes- el primer asiento y dada las características de su trabajo, que le permitía no tener que madrugar, comentaba a mi suegro -que era el conductor del autobus- “Cortes: los únicos días que veo salir el sol es cuando voy a Albacete”.

Don Martín, rodeado del botamen de farmacia, entre frascos, botes, pipetas, morteros y recipientes, elaboraba unguentos, aceites, comprimidos, alcoholes, bálsamos, etc. para su distinguida clientela. Escribía don Enrique Játiva, con ese humor manchego que le caracterizaba, que un día se presentó en la farmacia una criada a la que le había pegado su novio unas “purgaciones” y cuando dió la receta del médico para que le despachara el boticario, dijo “son pa mi señorita, sabe usted”, y don Martin se quedó haciendo cruces.

En los años 50 en la placeta de La Pura se abrió una nueva farmacia en el pueblo, la de don Joaquín Utrilla, que estuvo funcionando hasta la década de los años 70 del pasado siglo, pero esa es otra historia.


Martin Calero Carpintero
Y fue en el año 1958 cuando don José Martínez García, sobrino nieto de don Martin, se hizo cargo de la farmacia de la calle Magdalena. Casado con doña Petra, también farmacéutica, atendieron la farmacia durante medio siglo, hasta el año 2008, año en el que don José se jubiló, dedicando toda su vida -con pasión- al mundo de la farmacia. En esos cincuenta años don José fue testigo de cómo los medicamentos dejaron de elaborarse manualmente, llegando éstos envasados, listos para dispensarse. Y los antiguos albarelos quedaron de adorno en los estantes de la farmacia, multiplicándose en los indiscretos espejos que franquean la zona de despacho. Y detrás de los espejos, en la rebotica, María Gloria Fernández -auxiliar de la farmacia durante más de 35 años-, entre despacho y despacho, daba rienda suelta a su imaginación escribiendo bellos y entrañables poemas.

Tras la jubilación de don José ha sido el menor de sus hijos, Luis Alberto, el que ha asumido la titularidad de la farmacia de la calle Magdalena, y en este año 2013 solo queda felicitarlo por el centenario aniversario. Luis Aberto ¡felicidades! te va a tocar pagar una ronda, mejor de quina que de aspirinas.

jueves, 13 de junio de 2013

FIESTAS DE CETRO Y MITRA

-Artículo publicado en el Boletín de Noticias de El Bonillo, junio 2013-

Es posible que el almanaque de nuestro día a día, del quehacer diario, del que empieza con la salida del sol y termina con el toque de ánimas, no sea el mismo que el que marca el día de la celebración de nuestro cumpleaños, ni siquiera del día de nuestra onomástica, salvo que te bautizaran con el nombre del santo del día en que naciste. El almanaque que en los pueblos mide como pasan nuestras vidas, más que nuestros años, va unido a un arroz con patas que se hace para San Antón o a una bajada a San Sebastián a besar el dedico al santo para que no te de el garrotillo, a un jueves lardero para el día de la Candelaria, a una bata de enjablegar sacada de un baúl para vestirse de máscara, “hay que retorpe que no me conoces”, a una limosna para el día del Cristo una tarde de un cuatro de marzo, a una túnica de penitente recién planchada para una noche de jueves santo, a un toque de cencerros y campanillas para San Marcos, a una rogativa a la Virgen de Sotuélamos pidiéndole que llueva un primero de mayo, a una alfombra de tomillos y mejorana en la calle Contreras para el día del Corpus, pues tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión, a un acuerdo mediante un apretón de manos, a modo de contrato, para el día de san Pedro o a un trozo de rosca de caridad para san Antonio, a un escapulario que te ponían de chico el día de la Virgen del Carmen para que no te ahogaras en una alberca, a un montón de trigo par aventar en las eras con los remolinos de Santiago, a un enjalbriego del cinto para la feria, pues estaba puerco el del último verano, a unas luminarias de un 14 de septiembre y unos alpargates para cumplir aquella promesa de ir andando a Cortes y no enfadar a la Virgen, a un cesto de rosa para Santa Teresa dando voz al refrán de “santa Teresa rosa en mesa”, a unas mariposas en aceite para que las ánimas no penen en el mes de los santos y dejen tranquilos a los del más acá y a una palilla de tortas de chicharra hechas con la manteca del gorrino que se sacrificó llegando los primeros fríos del invierno pasando el día de la Pura.

Asi es nuestro ciclo vital, el que año tras año se repite -no con hojas del calendario, ni cumpleaños-, sino mediante celebraciones, costumbres y tradiciones que van pasando de padres a hijos y de madres a hijas, sucediéndose las mismas desde tiempo inmemorial, tal como un día lo hicieron nuestros antepasados, y así desde 1564 la procesión del Corpus se viene celebrando por las mismas calles de nuestro pueblo, desde la iglesia a la Plaza, pasando por la calle Contreras y Mayor hasta calle Santa Catalina, finalizando la misma cuando accede el cortejo por la puerta del Sol.

Es el mismo espacio con el mismo olor a mejorana y tomillo, los mismos altares en los mismos lugares, e incluso la misma colcha sacada del arca, heredada y colgada en los herrajes del balcón, que repite escena año tras año. Solo es el tiempo el que ha pasado, el que ha mudado las distintas generaciones en las calles para acompañar el cortejo, pero en la esencia la costumbre y tradición se mantienen igual que hace más cuatrocientos años.
-Calle Mayor, El Bonillo-

domingo, 26 de mayo de 2013

Frio y navajas de Albacete

-Artículo publicado en el Boletín de Noticias de El Bonillo, mayo 2013-

Frio y llanura; laderas rasas.
Frío y navajas de Albacete…
Trigales inmensos; caminos; Don Quijote y Sancho.
Y la vertiginosidad del expreso,…”

El escritor, ensayista y crítico literario José Martínez Ruiz, más conocido por el seudónimo de Azorín, no pudo evitar describir el frío de nuestra tierra mediante los citados versos a su paso por la capital en dirección a Alicante, camino de su pueblo, Monóvar.

El frío de la Mancha lo percibió cruzando la llanura montado en un tren, pues ni siquiera tuvo que bajar a la estación para definir en unas bellas metáforas, cortantes como navajas, la gélida atmósfera que llegaba hasta sus huesos. A Azorín no le hizo falta ni pisar el terruño manchego para transmitir aquella fría sensación que percibía montado en el expreso, en una tierra de paso y soledades.

El frío de nuestra tierra es compañero del viajero azoriniano, del que pasa y no se queda, es tarjeta de visita de quien en ella permanece.

Ramón que frío hizo aquel mes de febrero”, me comentaban en el pueblo, “veinticinco días estuvimos haciendo monte en Pinilla y veinticinco hielos cayeron,uno tras otro, los veinticinco días seguidos bajábamos y subíamos andando, al lado de la galera, para no quedarnos helados”. Entonces se aprovechaba los meses de invierno para cortar la madera de las sabinas, limpiarla a golpe de hacha y carearla a base de azuela, pues la misma serviría una vez curada, cuando mejorase el tiempo, para hacer tijeras, cabrios y lata, y formar el armazón de la cubierta de la casa.

Mientras Azorín acusaba el frío de la llanura encogido en el gélido vagón de un expreso, a 70 kilómetros de la capital resonaba en las escuelas de San Antón la lectura de alguno de sus textos, que de niños entonábamos siguiendo al unísono el puntero del maestro. A la salida de clase, por la tarde, embutidos en un buzo de lana gris, mientras merendábamos pan con agua y azúcar, o pan con chocolate de la marca del Cristo, o aquel “Tulicren” de tres gustos que no necesitaba frío alguno por la grasa que llevaba, apuntábamos con bolas de nieve los chupitos de hielo que en febrero pendían de las canales, pues en nuestro pueblo de nunca ha servido lo de que “en febrero busca la sombra el perro”, ya que hiela y nieva hasta en el mismísimo mes de mayo.

Son los versos del poeta Enrique Játiva los que vuelven romas aquellas heladas cortantes como navajas, que ni las cabañuelas preveían. Su lectura reconforta y aviva el rescoldo de los que un día partimos de nuestra fría tierra.

Las mortecinas ascuas del sogato
languidecen envueltas en ceniza.
Junto al fuego, hecho rosca, duerme el gato”.1

Chupitos en El Bonillo (Foto Antonio E. Fernández Chillerón)


martes, 9 de abril de 2013

AL ORO DE LA LUMBRE

-Artículo publicado Boletín de Noticias, Enero 2013-
El rescoldo de la lumbre siempre era agradecido para entrar en calor. No sólo mantenía el puchero para que a fuego lento, poco a poco -a lo largo de la mañana-, engordase el caldo, sino que además sobre unas trévedes garantizaba que el cubo de zinc, tiznado en capas de negro hollín, siempre tuviese agua caliente para cualquier tarea de la casa.

Lo mejor es la lumbre, se repetía en todas las casas, y de la misma forma, como un simpecadoconcebida, se contestaba, pero por detrás estás “helao”, y así era.

La lumbre se sujetaba con paja, pues no era cuestión que el ceporro se consumiese en un “pis pas”, y la lumbre mortecina dejaba de ser sogato y rescoldo, ahogándose bajo la paja humeante, que solo apuntaba que la leña, casi apagada, estaba en combustión.

La lumbre todo lo purificaba y secaba, desde un mengajo a unas escuálidas morcillas resecas que pendían colgadas de una escarpia, confundiéndose con el humo del fraile que remarcaba el blanco enjalbiego del último verano, a modo de sombra chinesca.

En El Bonillo los frailes agustinos que pedían limosna por las calles, desde finales del siglo XVI, repartiendo los panecicos de San Nicolás de Tolentino, vestían con hábito negro, y algún recurrente y locuaz del pueblo identificó la silueta marcada por el humo en la pared del hogar con el contraste producido por el clero regular contra las fachadas encaladas del típico paisaje manchego.

Servían unos pocos sarmientos, medidos en un haz, para calentar el aceite, dorar un diente de ajo y hacer unas gachas, comidas en un corro, mojadas a destajo. Unos retamones, con restos de retama, para avivar el caldo en una sartén de patas. Algunas brasas, no muy fuertes, para asar unos boniatos o unos cascos de patata.

Sobre la ceniza mortecina se asaban unas setas, que solo sopladas y con una pizca de sal eran un delicioso bocado, el más sencillo y delicado de los manjares.

Servía la lumbre para mitigar el primer frío, cocer las cebollas, secar la matanza, hacer el fritorio o tostar un pedazo de pan, y a la noche un huevo asado, pasado por ceniza, que no por agua, o un chorizo envuelto en papel de estraza, que a la vez extraía su peor grasa.

Secaba los pañales del recién nacido, cabrillas apuntaba en las piernas de las jóvenes muchachas, calentaba a la abuela con su pañuelo cabizbaja, saltaban chispas y espantaba piernas, pues eran unas medias recién estrenadas y mientras tanto madre, en su regazo, un cuento nos contaba, cuando sonaba el reloj al toque de las ánimas.

Oreaba la cocina, secaba los lebrillos, aireaba, mojando en la sartén, la punta la navaja, y en la noche de reyes juntaba impares botas, brillantes y engrasadas, y a la mañana siguiente mostraba los regalos en sillas de peineta de jarras y ensogadas, un par de calcetines o un coche de hojalata.

Al levantarse, sobre la ceniza caliente se arrimaba un puchero de olor a café, que más que café sólo hervía maltas, y de paso aliviaba los fríos de una pelerina llena de copos, negra y empapada, dándose la vuelta, secándose la espalda.

Y a padre, cuando pillaba un catarro, bajaba las flemas con vahos de coyentera, aspirando en un cazo, debajo de una toalla, a base de sudores que el calor le arrancaba, oliendo aquella lumbre a azúcar muy tostada.

 Lumbre mortecina de planta baja,
con ceporros de enebro,
que en vez de dar calor sólo tiznaban.
Lumbre de pobres
que ya a padre no calientas,
y en lo días más fríos,
al oro postizo a todos arrimaba,
al oro de la lumbre,
al fuego de las llamas.

lunes, 3 de septiembre de 2012

SIN PRISAS

 -Artículo publicado en el Boletín de Noticias de El Bonillo, agosto 2012- 

Julio
            Es posible que esa sensación que a veces tenemos de que en el pueblo se detiene el tiempo no sea una sensación, sino una realidad, no solo porque se llega a tiempo a casi todas partes, sino porque todas partes están más cerca de lo que uno piensa. En el centro de salud a las ocho y media de la mañana un paciente que había solicitado una analítica estaba un poco nervioso, pues los turnos pasaban y a él no lo llamaban, se dirigió a D. Juan, el practicante, y D. Juan le indicó amablemente que no estaba en la lista, -¿pero cómo no voy a estar en la lista si tengo cita para el jueves 12 a las ocho de la mañana?-, insiste el paciente. -Hoy estamos a diez de julio- le aclaró D. Juan, y así era, por una equivocación el paciente se había adelantado dos días para no hacer tarde y llegó a su cita el día 10 de julio, día de San Cristóbal, dos días ante de que le tocase hacerse la analítica, todo debía de ser de lo más normal, pues también el día de San Cristóbal se había adelantado y celebrado dos días antes de su onomástica, y así se celebró el sábado 8 de julio.
            Sin prisas, todo sin prisas, pues aún tuve tiempo, después de llevar a mi madre al médico, de recoger el pan, comprar en casa de Natalio, asistir a un funeral, saludar a unas primas de mi mujer y recoger el periódico, las diez y media de la mañana, no en el reloj de la torre, sino en Sol radio de El Bonillo, que sonaba en el hilo musical de la cocina de casa, mientras tomaba un cola cao con mis hijos. -Papá han apagado las gallinas- me indica mi hija Carla, pues este año no se oían los gallos en el corral de mi vecino Francisco, -no hija las gallinas no se apagan, pues no gastan pilas y no se oyen porque las han llevado al campo -le indiqué-, las once menos cuarto de la mañana y el tiempo pasa, pero sin prisas, juntando a amigos de infancia, entrados ya en edad, en los bancos de la plaza. El reloj de la torre marca en lentas campanadas otra hora más del día, las once de la mañana, al parecer en Europa, con prisas, la prima de riesgo se desbocaba. 

    
            Agosto
            Y llegó la feria, puntual chupinazo a las siete de la tarde, eso sí con más calor de lo habitual, otro año más nos vemos y nos saludamos en ese gran pasillo que durante unos días une nuestras casas, en la calle de la Magdalena, allí nos saludamos todos, venidos de todas partes, de Suiza a El Bonillo pasando por Cataluña, País Vasco-Madrid, Valencia-Alicante y también de Andalucía. La crisis no es la causante de hacernos volver a los pueblos cada año, nos hace volver la familia, los amigos y algo innato que te acerca a aquellos primeros recuerdos de la niñez, a aquellas primeras ferias cogido de la mano de tu padre tentando la suerte al corte de la navaja que ofrece un navajero procedente de Infantes, a las primeras salidas fuera de hora, a la estrena de unos zapatos de reluciente charol que se hincan y no protestas, al tren de Cartola que nos molía a escobazos, a las voladoras de Fuente Álamo, a un cúmulo de sensaciones irrepetibles que año tras año, sin prisas, te atan y devuelven al terruño que te vio nacer.
            Vestidos de domingo contemplamos las carrozas el día de la apertura, es diez de agosto, la banda de música reaviva el ambiente, no hay sitio en las terrazas y la chocolatería a las dos de la mañana es un hervidero de gente. Cucaña, gymkhana, vaquillas, competiciones, cuenta cuentos, exposiciones, así es la feria. ¡Impresionante! la exposición de “Fauna de Albacete”, en acuarelas, de Jesús Alarcón Utrilla. Celtas Cortos convenció a los que un día conocimos una marca de tabaco con nombre similar al del grupo, antes de que el tabaco matase, -Bonillo-Nación-Anarquía-, repetía una y otra vez el guitarrista Jesús Cifuentes, incongruencias de la edad. La Pegatina convenció a los que no sabían que Celtas Cortos también era una marca de tabaco, el chester obrero, y llenaron el pabellón hasta las asas y el grupo de teatro el Requete fue la delicia de una plaza llena de gente, donde todos disfrutamos y reímos con la bruja y don Conrado y no hicieron viajar con el popurrí musical del baúl de los recuerdos, hasta el punto de que uno de los actores nos tuvo que invitar a dejar los asientos, pues aunque el sainete había terminado el público aún quería más, y allí bajo una noche estrellada salpicada de luces de feria, en una estampa vandelviresca, nadie tenía prisas por abandonar la plaza. 

domingo, 1 de abril de 2012

PREGON SEMANA SANTA EL BONILLO 2012


Un rezo, un suspiro, un lamento, así es mi pueblo.
 Un pueblo vestido de penitente, que reza, suspira y llora,
con picas mirando al cielo, que yerguen tan fastuosas,   
con sones de Viernes Santo, cuando amanece la aurora,
con lirios mi  Nazareno, que abraza a mi Dolorosa.
“A todos los cofrades en su Semana de lirios”
                                                                                                                            Ramón Fernández Chillerón

       "Cuando la primavera marca los primeros almendros de la dehesa, los borrones señalan los sarmientos en el viñedo y el pasto cuaja los más duros claros de nuestros campos, un sentimiento de pasión fluye por nuestra tierra.
        
       Cuando se tensan los parches de los tambores, se desafía con notas de corneta el aire helado en las noches de ensayo y se ajusta suavemente la bordonera, una savia nueva fluye en nuestro interior e invita a los cristianos a prepararse durante la cuaresma, desde el miércoles de ceniza hasta el Domingo de Ramos. Es tiempo de cambio, de aprender a vivir como verdaderos hermanos, de convertirse y creer en el Evangelio, de camino al Triduo pascual, de preparación para la Semana de Pasión, donde todo un pueblo, unido en sus Hermandades, celebra la Semana más Santa...

       Que os voy a contar que vosotros no sepáis, mejor que yo, de nuestra Semana Santa, si hoy en este atril soy el alumno y vosotros habéis sido mis maestros. Cada detalle, cada hecho, que aquí narre, lo he aprendido desde pequeño, viviéndolo en casa de mis padres, hablando con vosotros, fijándome en la calle, viendo a todo un pueblo vestido de penitente, observando cómo andan los santos, cómo admira la gente los pasos, asistiendo a los oficios, percibiendo en la intimidad, desde el silencioso trajín de la subida y bajada de las imágenes, en la iglesia, al más absoluto silencio de los fieles rezando frente al Monumento".(así empezaba el Pregón)        
El pasado viernes, día 23 de marzo tuve el placer de dar el Pregón de esta Semana Santa 2012. Agradecer a la Junta de Cofradías, Excmo. Ayuntamiento, Parroquia de Santa Catalina, Hermandades y Hermanos, asistentes todos al Pregón, las muestras de gratitud dadas.
   Felicitar a todos los organizadores del acto, en particular a Pilar Sierra Morcillo, a la Banda Municipal de Música y a las diferentes agrupaciones musicales que con sones de Pasión acompañaron el mismo.
   Dar la enhorabuena a Marta García Rodríguez y Luis García Solana por las magnificas fotos del cartel anunciador de Semana Santa y en especial a Luis por su emotivo artículo publicado en el diario “La Verdad” el día 25 de marzo.     
   Expresar a todas las personas, que me acompañaron en día tan señalado, mi más sincero agradecimiento, por el cariño y afecto mostrado. Desearos una buena estación de penitencia y mejor Semana Santa.

Tiempo de Cuaresma,

Presentación del CD de música procesional de Semana Santa titulado “A tus pies mi Nazareno”, interpretado por la Agrupación musical “Nuestro Padre Jesús Nazareno” de El Bonillo

Hoy domingo 1 de abril, Domingo de Ramos, la Agrupación musical “Nuestro Padre Jesús Nazareno” de El Bonillo presentará a las 19.00 horas en el Teatro Auditorio Municipal el CD de música procesional de semana santa titulado “A tus pies mi Nazareno”. La Banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad se formó a mediados de los años 40 del pasado siglo, su tesón y maestría la ha hecho crecer sin parangón alguno, sobrepasando el ámbito castellano-Manchego, actuando en otras localidades del resto de la geografía nacional, como así lo demuestra su participación, año tras año, en distintos certámenes y desfiles con un amplio palmarés musical que así lo avala. En la actualidad la banda está compuesta por más de setenta componentes, siendo una banda de reconocido prestigio en el mundo musical cofrade. La obra que se presenta lleva titulo de la composición realizada por el suboficial Emilio José Martínez Martínez, maestro musical y trompetista que realizó estudios en el Real Conservatorio Profesional de Música de Albacete, finalizando su carrera académica en el Conservatorio Superior de Música de Murcia. Emilio José ha sido galardonado a nivel nacional varias veces, ha actuado en el Auditorio Nacional de Madrid y ha participado en la World Youth Wind Orchestra, en Salzburgo, bajo la dirección del famoso director Henry Adams. También ha participado en conciertos organizados por el gran festival internacional Mid Europe y en la World Orchestra, realizando giras por diversas ciudades de Italia con la Orquesta Sinfónica de Jumilla. El CD musical se ha realizado bajo la dirección de Emilio José Martínez, Pedro Jesús Rubio y Antonio Tomás Martínez, deleitándonos con verdaderas joyas de la música cofrade, “Costaleros del Amor”, “Salve Rociera” o “Callejuela de la O”, entre otras. La presentación del CD irá acompañado de un Concierto de la Banda de Jesús Nazareno y Presentación de la página web de la Hermandad. Este acto forma parte del ambicioso programa cultural de semana santa que el Excmo. Ayuntamiento de El Bonillo ha preparado para celebrar la Semana de Pasión, en este primer aniversario de su declaración como Semana Santa de Interés Turístico Regional. Música, sentimiento y pasión caracteriza a esta notable agrupación musical, cuyas magnum opus que interpreta nos estremece a los pies del Nazareno.
Suboficial Emilio José Martínez Martínez,
maestro musical y trompetista
 
Para más información:
http://tribunadealbacete.kioskoymas.com/epaper/viewer.aspx
http://www.laverdad.es/albacete/v/20120402/provincia/exito-publico-viii-certamen-20120402.html

lunes, 17 de octubre de 2011

50 AÑOS DEL BAR “CHIRALES”


                                   De barbería-frutería a fábrica de hielo y bar.
La inauguración  se realizó en vísperas de la feria del Cristo del año 1961
            Ajeno a las guías turísticas y de lugares con encanto, gracias a Dios, en la esquina de la calle Santa Catalina con la calle Médico Solana se encuentra el bar “Chirales”.
            El local donde se ubica el establecimiento, antes de destinarse a bar, fue regentado por Emiliano Zamora -padre- y su uso fue el de barbería, uso compartido con la frutería del hermano Teruel, pues el local estaba dividido en dos.
            En el año 1947 forman sociedad Juan de Dios Sánchez -padre- y Ovidio Sánchez -padre- y se abre por primera vez un bar en la citada esquina, vinculándose a la fábrica de gaseosas de la edificación colindante a través de una puerta interior, todo ello en planta baja, pues en el subsuelo habían instalado una industria de fabricación de hielo. Hielo que costaba que cuajase por las bajadas y subidas de tensión eléctrica que impedían una congelación continua. El líquido elemento era suministrado por Víctor, el aguador, en cubas arrastradas por caballerías, pues en las casas no había agua potable.
            Tras disolverse la sociedad, la fábrica de gaseosas siguió funcionando a cargo de Ovidio Sánchez, “Espumosos el Cordero lo mejor del mundo entero”, y el bar y fábrica de hielo fue adquirida por la familia Rubio, Carmelo y Antonio Rubio, conocidos popularmente por “Chirales”.
            La inauguración  del nuevo bar se realizó en vísperas de la feria del Cristo, un diez de septiembre del año 1961. Este año se cumple medio siglo de aquella inauguración. Cincuenta años deleitándonos a foráneos y visitantes con una carta de exquisitos placeres culinarios, que forman parte de una dieta más bonillera que mediterránea: codillos, landres, oreja, rabo, sesos -también navajas y frituras de pescado-, que han convertido el citado establecimiento en templo de la cocina local, obligado de visitar.
            Toda la familia “Chirales” ha trabajado a lo largo de los años en el establecimiento, pues se trata de un negocio familiar que año tras año ha mantenido su clientela y ha aumentado la misma en períodos vacacionales.            Aún recuerdo como de pequeños nos acercábamos al alto mostrador a pedir chapas, para jugar en la plaza, a Antonio o a Carmelo, y Carmelo Rubio -camisa blanca y pelo blanco- gustosamente nos las daba.
            En la actualidad el mismo es regentado por Antonio Rubio, hijo de Carmelo Rubio, disponibilidad y servicio en todo momento -a veces cuenta con la ayuda de sus sobrinos-, pero el alma del bar “Chirales” está en la planta de arriba, donde sus hermanas, Milagros y María del Carmen, adoban, enharinan y dan el punto a carnes y frituras.
            El Bar “Chirales” cumple cincuenta años y todo lo que sirven en él está exquisito y aún sin aparecer en la guías turísticas y lugares de donde comer bien -gracias a Dios-, si tu quieres tapear los placeres de nuestra tierra, posiblemente tengas que esperar a que, con un poco de suerte, quede una mesa libre.  
  Ramón Fernández Chillerón