domingo, 6 de febrero de 2011

Sabiduría popular

Artículo publicado en el "Boletín de Noticias de El Bonillo" Enero de 2011
                Hay un refrán castellano que dice, “De los santos frioleros San Sebastián es el primero. ¡Detente varón! que el primero es San Antón”
          Tras ser bendecidos todos los animales del entorno -el día 17 de enero-, el día 20 se celebraba San Sebastián y San Fabián, santos a los que se les erigió una ermita en el pueblo. Ésta era regida por la cofradía que llevaba su mismo nombre. De la antigüedad de la cofradía quedó constancia en el principio de las constituciones y ordenanzas que regían la vida de los hermanos que pertenecían a la misma, el cual dice así, El Bonillo es Villa eximida de la Jurisdicción de la Ciudad de Alcaraz a cu­ya Vicaria foránea pertenece. Es al presente de Realengo aunque por los años de mil quatrozientos noventa y dos se dice era Señor de ella Don Juan Pacheco, Marques de Villena…”
            La cofradía de San Sebastián y San Fabián celebraba su fiesta, mediante procesión, alrededor de la ermita. Además los fieles bajaban a besar el pie al santo para que no se les inflamasen las mucosas respiratorias o, mejor dicho, no les diese el “garrotillo”. De ir a besar el dedico todavía me acuerdo, porque después de besarlo nos comíamos “los chupetes”, carámbanos de hielo de los tejados, con la seguridad de que estábamos inmunizados ante cualquier inflamación motivada por el frío.
            La ermita fue erigida en poniente, a la salida del pueblo, en un cruce de caminos. El lugar escogido para ello facilitaba el descanso a transeúntes y carreteros que circulaban por el camino de Murcia a Ciudad Real –actual calle Mayor-; el otro camino que circundaba la ermita es el que va en dirección al Pozo Montesinos. El numeroso paso de caminantes, en dirección a Murcia y Extremadura, y de los lugareños que bajaban a por agua al pozo Montesinos, originó que la cofradía dispusiese de pingues limosnas, a cambio de los beneficios espirituales suministrados a todos aquellos que se acercaban a besar el dedico al santo.  No obstante, al parecer, el destino de las limosnas fue más lúdico que espiritual, siendo éstas destinadas para festejar el día del santo, mediante comidas realizadas por los mayordomos de la cofradía, en detrimento de la misma.
            Por tradición oral siempre se ha dicho en el pueblo que la primitiva imagen de San Sebastián fue tallada por el escultor local, Juan Antonio de Rivas, y donada a la ermita -por éste- para su veneración. Los vecinos del pueblo dudaban de la nobleza de la madera del santo, pues el escultor poseía un taller de imaginería en la calle de Cuellar –aunque él vivía en la calle de La Feria-, en cuyo patio existía un frondoso árbol que proporcionaba sombra a la familia del tallista en los meses de más calor. El árbol, tras la realización de la talla, desapareció del patio y los vecinos, con su sabiduría popular, muy pronto dieron respuesta a las dudas surgidas sobre la procedencia de la madera en la cual fue tallada la imagen, pues las gruesas ramas del árbol sirvieron para algo más:
“En mi huerto te criaste,
glorioso San Sebastián,
del pesebre de mi burro
eres hermano carnal”.
(Popular)
            Mi padre decía que en el corral del escultor había un almendro y aseguraba que la talla fue realizada con la madera del mismo. Misael Angulo Alcarria le corregía, “no era un almendro Emilio, era un ciruelo, por eso se decía, cuando pasábamos por delante del santo, <quien te conoció ciruelo y ahora te reza>”.
Ramón Fernández Chillerón