jueves, 13 de junio de 2013

FIESTAS DE CETRO Y MITRA

-Artículo publicado en el Boletín de Noticias de El Bonillo, junio 2013-

Es posible que el almanaque de nuestro día a día, del quehacer diario, del que empieza con la salida del sol y termina con el toque de ánimas, no sea el mismo que el que marca el día de la celebración de nuestro cumpleaños, ni siquiera del día de nuestra onomástica, salvo que te bautizaran con el nombre del santo del día en que naciste. El almanaque que en los pueblos mide como pasan nuestras vidas, más que nuestros años, va unido a un arroz con patas que se hace para San Antón o a una bajada a San Sebastián a besar el dedico al santo para que no te de el garrotillo, a un jueves lardero para el día de la Candelaria, a una bata de enjablegar sacada de un baúl para vestirse de máscara, “hay que retorpe que no me conoces”, a una limosna para el día del Cristo una tarde de un cuatro de marzo, a una túnica de penitente recién planchada para una noche de jueves santo, a un toque de cencerros y campanillas para San Marcos, a una rogativa a la Virgen de Sotuélamos pidiéndole que llueva un primero de mayo, a una alfombra de tomillos y mejorana en la calle Contreras para el día del Corpus, pues tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión, a un acuerdo mediante un apretón de manos, a modo de contrato, para el día de san Pedro o a un trozo de rosca de caridad para san Antonio, a un escapulario que te ponían de chico el día de la Virgen del Carmen para que no te ahogaras en una alberca, a un montón de trigo par aventar en las eras con los remolinos de Santiago, a un enjalbriego del cinto para la feria, pues estaba puerco el del último verano, a unas luminarias de un 14 de septiembre y unos alpargates para cumplir aquella promesa de ir andando a Cortes y no enfadar a la Virgen, a un cesto de rosa para Santa Teresa dando voz al refrán de “santa Teresa rosa en mesa”, a unas mariposas en aceite para que las ánimas no penen en el mes de los santos y dejen tranquilos a los del más acá y a una palilla de tortas de chicharra hechas con la manteca del gorrino que se sacrificó llegando los primeros fríos del invierno pasando el día de la Pura.

Asi es nuestro ciclo vital, el que año tras año se repite -no con hojas del calendario, ni cumpleaños-, sino mediante celebraciones, costumbres y tradiciones que van pasando de padres a hijos y de madres a hijas, sucediéndose las mismas desde tiempo inmemorial, tal como un día lo hicieron nuestros antepasados, y así desde 1564 la procesión del Corpus se viene celebrando por las mismas calles de nuestro pueblo, desde la iglesia a la Plaza, pasando por la calle Contreras y Mayor hasta calle Santa Catalina, finalizando la misma cuando accede el cortejo por la puerta del Sol.

Es el mismo espacio con el mismo olor a mejorana y tomillo, los mismos altares en los mismos lugares, e incluso la misma colcha sacada del arca, heredada y colgada en los herrajes del balcón, que repite escena año tras año. Solo es el tiempo el que ha pasado, el que ha mudado las distintas generaciones en las calles para acompañar el cortejo, pero en la esencia la costumbre y tradición se mantienen igual que hace más cuatrocientos años.
-Calle Mayor, El Bonillo-