Artículo publicado en el Boletín de Noticias de El Bonillo, Febrero de 2011
En el año 1875 el mercurio de la capital marcó 22º bajo cero, siendo ésta la temperatura más baja que hasta la fecha se había registrado en España, “¡pijo! en algo teníamos que ser los primeros” -decía mi padre-. En El Bonillo, para aquellas fechas, no hubo termómetro local conocido que compitiera con el de la capital, pero con toda seguridad le hizo sombra al de los Llanos. Y así percibieron pastores, carreteros, braceros, labradores, jornaleros y trajinantes el frío de las "majás", de los chozos, de las “tinás”, del cierzo que sopla y hiela, del mercurio de los sabañones que multiplica el bajo cero en los “alpeduques”, de los chupetes que no caen, de escarchas que día a día se repiten, de agua nieves y de nieves que crujen en la tierra bajo los pies…
Fue en el año 1971 cuando en Albacete los termómetros bajaron a 24º bajo cero, pero nos adelantó Molina de Aragón llegando hasta los -26º, pues por aquellos años se rivalizaba en todo -idea competitiva auspiciada desde el régimen, instando a ser los primeros-. Esto ocurrió un domingo tres de enero de 1971 y ese mismo día los díarios provinciales y nacionales, haciéndose eco del frío de la provincia, a través de la agencia Europa Press daban así la noticia:
“MEDIA PROVINCIA DE ALBACETE INCOMUNICADA. El Bonillo, a 80 Km. de la capital, se ha producido un caso grave al peligrar la vida del niño José Antonio Ordóñez, de cuatro años de edad, al tragarse una moneda de una peseta, que se le alojó en el esófago, precisando una urgente intervención quirúrgica, para la cual se requería el traslado inmediato a Albacete. Notificado por el alcalde al Gobierno Civil, intervino rápidamente, dirigiéndose por teléfono a Madrid para requerir del Ejército del Aire un helicóptero que se trasladó inmediatamente desde Getafe hasta el citado pueblo, recogiendo al niño, al que trasladó a esta capital y que así pudo ser intervenido en la residencia de la Seguridad Social, donde ya esperaban los facultativos. El niño se encuentra en buen estado”.
Yo tenía entonces seis años y recuerdo como el paso Munera se convirtió en una procesión de niños, donde todos corriendo y resbalando por el hielo íbamos a ver el helicóptero que había aterrizado en el improvisado helipuerto –en las eras que había frente la casa cuartel, donde ahora está el recinto ferial-. Aquella tarde no había escuela –era pascua y estábamos de vacaciones- y un helicóptero no se veía todos los días, posiblemente fue el primer helicóptero que más de uno vimos por primera vez. Recuerdo como Juan Esteban Fernández, policía local del municipio, -conocido popularmente por Juan “Pólvora”-, nos instaba a que nos retirásemos, pues el helicóptero debía de despegar. Fue la tormenta de nieve en polvo, provocada por el giro de las hélices, la que nos apartó rápidamente del lugar.
La intensa ola de frío de aquel año, acompañada de una gran nevada, escapó hasta de las previsibles cabañuelas. Hoy el meteosat indica temperaturas de 7 bajo cero en la provincia y el hombre del tiempo nos alarma a través de una alerta amarilla -¡como si nunca hubiese hecho frío en Albacete!-. El pueblo había quedado totalmente incomunicado, algún rebaño de ovejas sufrió notablemente el temporal –muriendo éstas de inanición-, las medicinas se agotaron en la farmacia, los hombres bajaban con cantaros a por agua al pozo Montesinos y al pozo Arriba –ríos y pozos se helaron-, las carreteras estaban cortadas, el correo no se restableció hasta pasadas casi dos semanas, la luz se iba y se venía y en los hornos se comentaba que la harina empezaba a escasear.
Han pasado cuarenta años de aquel suceso y parece que fue ayer, y tantas cosas han pasado desde entonces que los recuerdos se entremezclan, por el paso del tiempo, con sensaciones conservadas por el frío de nuestra tierra.
NOTA: Al niño José Antonio Ordóñez Conde, tras una operación urgente, que le salvó la vida, le extrajeron la moneda al haber quedado alojada en el esófago.
Ramón Fernández Chillerón
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